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Cómo empezó todo

Muchos conocen mi pasión por Turquía. Muchos saben que viene de años atrás. concretamente de un frío enero de 1990.

Aterricé en Estambul un día plomizo. Ante mis ojos, una ciudad en blanco y negro. Un cromatismo causado por el  clima de ese día pero también por el aspecto de la ciudad por aquel entonces. Las calles estaban destartaladas, el puente sobre el Bósforo, que aún era de madera, conectaba con el barrio de la Torre Galata donde la autenticidad del lugar no disimulaba su decadencia.

Han pasado años y los cambios fluyen. Hoy es una ciudad moderna, segura y tan hermosa como antes. Y lo es porque esa transformación se ha producido sin que pierda su esencia, sin que desaparezca la percepción de lo valioso de su pasado.

tejado del gran bazar de estambul

Como en casa

Muchas veces viajamos con la intención de integrarnos lo máximo posible, queremos ser una más, vivir como viven los nativos del lugar. Pero eso no es cuestión de desearlo. Solo a veces pasa. Y lo hace porque realmente se produce una conexión especial.

Esa es la conexión que tengo con Turquía y sobre todo con Estambul. Los minaretes afilados, los limpiabotas en la calle, el bullicio por todas partes ejerció desde el primer día un magnetismo poderoso que aún conservo. Que conservaré siempre.

barrio de balat en estambul

Santa Sofía, la Mezquita Azul, el Palacio de Topkapi…

Sí. Estambul es maravilloso. Sus monumentos son únicos, bellos, imponentes pero por encima de ellos, en esa ciudad se siente el poderoso influjo de su enclave único.

Ese puente entre Europa y Asia, ese pasado romano, bizantino y otomano, ese carácter abierto… Todo esto es lo que hace incomparable a Estambul, lo que hace que se nazca una comunión para siempre.

Y en ese enlace casi místico acabas entrando en el café más sencillo de la ciudad y fumas una narguile mezclando dos palabras en turco, tres en árabe, cuatro en inglés y diez en catalán. Los gestos y las miradas cómplices hacen la magia. Una magia que lleva a que un día descubras el secreto para poder pasear por el techo del Gran Bazar y otro día a pasear entre los tulipanes más bellos.

Y sé que en mi próximo viaje descubriré otro secreto de los muchos que tiene guardados Estambul.

Napoleón lo dijo: «si el mundo fuera un solo país, Estambul sería su capital».

Sea.

Roser en el Gran Bazar de Estambul
Roser Lloveras

Roser Lloveras

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