Bulgaria:
una joya en los Balcanes

Ciudades mágicas, sí. Playas reservadas, sí. Montañas imponentes, sí. Monasterios únicos, sí. Calles pintorescas, sí. Bulgaria es un sí.

Muchas veces se dice que un país es encrucijada de culturas. Casi siempre es cierto. En el caso de Bulgaria es abrumadoramente cierto: tracios, griegos, romanos, godos, hunos, turcos y eslavos dejaron su huella. También el legado soviético está presente.

Sin embargo, más allá de las influencias de esos pueblos, Bulgaria tiene un patrimonio natural impresionante. Pasear por las cuevas de Devetashka lo demuestra. La cordillera de los Stara Planina y los montes Pirín son excelentes lugares para caminatas por bosques románticos salpicados de pequeños monasterios.

Pero, ¡ahhh! Hemos escrito la palabra clave: monasterios. Sin duda, uno de los puntos fuertes del país. Los de Bachkovo y Aladzhá son impresionantes, pero el de Rila es absolutamente imprescindible. No solo por su abrumadora belleza sino también por los bosques y lagos que lo rodean.

Tu ruta por Bulgaria pasará invariablemente por Plovdiv con sus casas renacentistas y su panorámico teatro romano donde hoy se puede disfrutar de la ópera, de obras de teatro e incluso de conciertos de rock.

Veliko Tarnovo es otro de los lugares indispensables. La orgullosa antigua capital de pintorescas calles adoquinadas que está coronada por una fortaleza medieval. Además, cerca de allí está el hermoso cañón de Emén.

El Mar Negro ha regalado a Bulgaria 400 kilómetros de costa donde encontrar playas de aguas cristalinas y sin masificar. Todo un punto a favor.

Y Sofía. Lo dejamos para el final pero será siempre el principio. Una capital bonita y coqueta que tiene fantásticos restaurantes y hoteles y numerosos atractivos que la hacen tremendamente singular. 

Sofía brilla con sus adoquines dorados como brilla la joya de los Balcanes.