Laos:
serenidad, armonía, paz

¿Existe un viaje mejor que el que enriquece el alma y despierta la curiosidad? Probablemente no. Probablemente hay que conocer Laos.

Miras en el mapa y de repente lo ves ahí: Laos. Emplazado entre Vietnam y Tailandia. Sin salida al mar pero con salida a sensaciones excitantes. 

Laos es un país tremendamente mágico. Se respira espiritualidad. Por ello nada más oportuno que realizar un trayecto en barco por el majestuoso río Mekong para contemplar la vida en las aldeas de la orilla, los templos y la naturaleza privilegiada. Un atardecer en el Mekong se recuerda siempre.

Llegas a Luang Prabang y te puedes plantear en qué siglo estás. Es el centro espiritual del país. Su misticismo atraviesa tus poros mientras paseas entre sus incontables templos.

En Vientián compiten frente a tus ojos las villas francesas, las casas chinas y los wats impolutamente dorados. 

Laos es serenidad que se vive en las aldeas y ciudades pero también en la naturaleza. Es abrumadora. Las cuevas de Pak Ou, ubicadas en un acantilados sobre el Mekong, ofrecen un espectáculo asombroso con sus miles de estatuillas de Buda que parecen vigilar el río.

Las cataratas de Kuang Si son un paréntesis de más armonía en un país que es todo armonía. Piscinas de agua turquesa, selva exótica y paz, mucha paz. 

Y al sur del país, la meseta de Bolaven que tiene tres motivos para su visita: una interminable sucesión de cascadas, unas hermosas plantaciones de té y café -por cierto, excelente- y la sensación de llegar a un lugar donde que pocas personas visitan.

Un país lleno de secretos escondidos: Laos.